No hay duda. Crecen los factores de riesgo en las empresas, por encima de sus posibilidades de sostenibilidad y expansión. Hace unos días contacté con un directivo para presentarle nuestros servicios periciales y de consultoría que prestamos a las empresas. Servicios orientados a incrementar las ventas y la productividad
Después de mostrarse receptivo y charlar cordialmente por teléfono, me comunico por escrito que trasladaría mi propuesta a los responsables del “departamento de riesgos”. Y que lo estudiarían para su valoración.
Hasta aquí, nada extraño. Lo normal en los grandes grupos empresariales con estructuras jeraquizadas. Grupos organizados verticalmente en divisiones y subdivisiones que cubren las distintas áreas del negocio. A mayor complejidad de una organización, mayor nivel de sofisticación de sus sistemas. Y a mayor sofisticación, mayor número de departamentos y responsables que velan por su óptimo funcionamiento.
Saturación en los departamentos de riesgo para gestionar la incertidumbre
Lo relevante es el significado que entraña el nombre de ese departamento. Porque el “riesgo” se define como la posibilidad de que un suceso desfavorable acontezca. De manera que, el instinto básico operaría en estos departamentos con un agudo olfato para detectar a los posibles «depredadores».
Su función principal: estudiar la contingencia de mi propuesta de consultoría a un posible daño monetario para el grupo. O bien asegurar que la decisión de aceptar y contratar mis servicios no iba a comprometer su cuenta de resultados. O bien descartar que estos representasen una amenaza para los intereses empresariales de grupo.
Con las múltiples situaciones de riesgo que las empresas enfrentan y asumen en el día a día, los profesionales de estos departamentos financieros son presas fáciles del estrés. Los imagino desbordados en su actividad y saturados de trabajo. El estado de alerta y vigilancia permanentes no pueden ser saludables para una organización. Más, cuando la exigencia de eficacia es máxima y la certidumbre mínima.
Su misión: prevenir y tomar medidas que reduzcan las situaciones de incertidumbre financiera que afectan a la empresa. Y es que los vaivenes del mercado influyen e incrementan directamente el riesgo en el crédito, en la liquidez y en las operaciones financieras.
Factores de riesgo fuera de control que estrangulan el negocio
Confieso que mi imaginación se dispara al descifrar la labor de estos departamentos y su permanente estado de ansiedad. No es fácil detectar e identificar los factores de riesgo que aumentan la probabilidad de dañar el negocio. Con la dificultad añadida de que no pueden descartarse tan fácilmente como se descartan los servicios de un proveedor.
Tampoco pueden ser cubiertos en muchos casos por una póliza de seguros. Ni mucho menos ser aliviados cuando se dispara la prima de riesgo. No hablemos ya de la vulnerabilidad de estar expuestos a los temidos ciberataques que desatan el pánico. Virus informáticos, biológicos…
Pero seamos claros. En muchas ocasiones son las normas y decretos legislativos (estatales, autonómicos y locales) los que se imponen y estrangulan el negocio. Son los que provocan que los factores de riesgo crezcan en las empresas, por encima de sus posibilidades de sostenibilidad y expansión. Impuestos, a traición. Y por sorpresa.