PSICOLOGÍA Y DERECHO

Silvia Riol Albiac

Psicóloga y asesora

22/09/2020

 

Un matrimonio bien avenido

Si hablamos de dos profesiones de ayuda a los demás en la resolución de conflictos, nos referimos a la psicología y al derecho. Ambas disciplinas provienen de las ciencias sociales, comparten tronco común con la filosofía y tratan con las problemáticas de la conducta humana. En este sentido, la psicología y el derecho cooperan para conseguir una mayor comprensión y una mejor defensa de nuestros derechos, dentro o fuera de los tribunales. Y lo hacen desde la complementariedad de sus funciones y saberes, igual que lo haría un matrimonio bien avenido.

Cuando los problemas crecen, un asesoramiento profesional que guíe y ofrezca el mejor cauce de solución marca la diferencia. En las sociedades democráticas nuestra vida está mediatizada por el derecho y la psicología. La convivencia en todos los órdenes de la existencia genera conflictos. Y en la regulación de esa convivencia, las personas contraemos obligaciones y ejercemos derechos. Sin apenas percibirlo, nuestras acciones promueven innumerables actos jurídicos.

Las interacciones con los otros y las transacciones cotidianas producen unas consecuencias jurídicas y psicológicas, que consiguen condicionar, expandir o limitar nuestra vida personal y social. Porque a diferencia de las normas morales o sociales, son las normas jurídicas las que tutelan nuestros derechos. Lo hacen por la vía coactiva y son de obligado cumplimiento. Normas jurídicas que regulan nuestra conducta en los cuatro ámbitos  jurisdiccionales: civil, social, contencioso y penal.

 

Diferencias conciliables entre psicología y Derecho

Si el objeto del derecho es regular la conducta a través de las normas jurídicas, la psicología contribuye a explicar, comprender e interpretar el efecto de esas normas en el comportamiento. De manera que, La psicología y el derecho coinciden en su objeto de estudio. Pero lo hacen desde perspectivas y métodos diferentes. Mientras el derecho enfatiza la descripción de los hechos en relación con las leyes, la psicología aboga por la explicación causal de los mismos hechos.

Igualmente, contrasta el enfoque empírico de la psicología frente al enfoque normativo del derecho. Lo mismo puede decirse del pluralismo psicológico frente a la uniformidad de la ley. Pero a pesar de las diferencias exhibidas, las dos profesiones se complementan y funcionan conjuntamente en el sistema legal como lo haría un matrimonio bien avenido.

Y aunque en la historia de las dos disciplinas no se excluyen las disputas y los desencuentros, las diferencias no llegaron a ser irreconciliables. De hecho, de la unión de la psicología y el derecho nació la psicología jurídica o forense.

 

Ámbitos de aplicación de la psicología jurídica o forense

Las relaciones formales de la psicología con el derecho propiciaron el nacimiento de la psicología jurídica. Pero la profesionalización de esta nueva disciplina no se produjo hasta mitad del siglo XX. En la década de los cincuenta, los tribunales aceptaron la intervención del psicólogo en casos civiles y penales de responsabilidad mental. Esta situación vino precedida por los cambios que se produjeron en el ámbito jurídico en las décadas anteriores.

Un factor decisivo fue Incorporar el contexto social en el estudio de la ley. De manera que este cambio provocó la necesidad de explicar la realidad psico-social de las decisiones judiciales. Después llegaron los estudios sobre los procesos del jurado. Y la etapa más fructífera se dio desde los años setenta hasta la actualidad.

La psicología se incorporó al ámbito legal en casos de derechos civiles y de juicios con jurado. También colaboró  en distintas actuaciones policiales  y asesoró en las confesiones de acusados. Su objetivo: tratar de explicar la conducta de las posibles víctimas, testigos y acusados que estaban inmersos en un proceso judicial.

Hay que decir que para la psicología jurídica o forense es primordial la interacción entre el sujeto y las leyes. Se parte de que la relación de una persona con el sistema legal es un proceso social. Así, el psicólogo forense interviene en las distintas jurisdicciones civil y penal.  Una de sus funciones primordiales es realizar evaluaciones y análisis psico-legales con las técnicas indicadas para ello.

 

Profesionalización de la Psicología Jurídica en España

En nuestro país, la adscripción del psicólogo forense a la administración de justicia se produjo en 1986. Los cambios jurídicos y normativos más importantes que contribuyeron a ello fueron: La regulación de la ley penitenciaria en 1979, la ley del divorcio promulgada en 1981 y la creación de los juzgados de familia.

La investigación penitenciaria hizo posible el estudio de la delincuencia y su posterior desarrollo en evaluación, prevención y tratamiento. Lo mismo puede decirse sobre los estudios del testimonio y las víctimas de delitos.  Los peritajes forenses en el ámbito público y privado cumplieron su función auxiliar en los tribunales de Justicia.

Informes periciales destinados a asesorar a los operadores jurídicos  en temas de imputabilidad,  familia, separaciones, menores, custodias… En general, su contenido constituye un elemento de prueba fundamental en muchos procedimientos judiciales. Pese a ello, los informes técnicos no resultan vinculantes.

Es decir, las periciales pueden influir en la sentencia judicial pero no pueden determinarla. Lo mismo ocurre con la defensa que hace un abogado. La última palabra siempre la tiene el juez. El abogado y el psicólogo trabajan conjuntamente tanto en el plano judicial como en el extrajudicial (asesoramiento privado, mediaciones y arbitrajes). Y lo mismo puede decirse si la demanda viene del ámbito público como si viene del privado.

 

Oportunidades de colaboración entre el psicólogo y abogado

Los ámbitos civil y penal son los que ofrecen más posibilidades de colaboración y cooperación entre el psicólogo y abogado. En el ámbito privado, el estudio del caso determinará la conveniencia de iniciar o no una acción judicial. Porque en atención a los costes temporales,  materiales y emocionales, la judialización del problema no siempre será la solución más indicada. Y la mediación en el conflicto puede ser en muchos casos una alternativa a explorar.

En el ámbito penal, la defensa del acusado se complementa con un informe pericial que ayude a determinar su imputabilidad en el delito. Una cuestión fundamental que permite la adopción de medidas cautelares en los distintos procesos judiciales. Otros aspectos a valorar en los informes son la credibilidad del testimonio y las secuelas psicológicas.

En el ámbito civil y de familia, las oportunidades de colaboración más frecuentes se dan en los procesos de herencias familiares, separación o divorcio, guarda y custodia de menores y régimen de visitas.

 

Sinergia y cooperación conjunta de la psicología y derecho

La acción conjunta de la psicología y el derecho ofrece una mayor comprensión de estos procesos complejos (familia, menores, separaciones, custodias…) al tiempo que reduce los costes materiales y emocionales de los implicados. Una sinergia potente que permite abordarlos de manera más eficiente y equilibrada, beneficiando a las personas que los viven en primera persona.

Un psicólogo y un abogado que cooperan y unen sus sinergias, se complementan en sus funciones y saberes, igual que lo haría un matrimonio bien avenido. Porque persiguen un interés común: ofrecer la solución más viable a la demanda que les plantea el cliente. Por ello, aun en el caso de trabajar separados, su deber profesional es el de seguir estando bien avenidos. Igual que en los procesos de separación, los ex-conyuges deben estar bien avenidos, en atención a su mayor interés común: los hijos.

La cooperación conjunta de la psicología y el derecho beneficia a las partes implicadas en los procesos judiciales y extra-judiciales. Incluso en caso de separación, disolución de la sociedad o actuación independiente, no debería haber obstáculo para seguir estando bien avenidos.  Siempre desde el respeto mutuo y en atención al mayor interés común de las dos profesiones: ser de ayuda a los demás y ofrecer la mejor vía de solución para resolver sus conflictos.

 

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